El lenguaje de la tierra: un acto de amor infinito

Tener un plato en nuestra mesa es, para muchos, algo cotidiano, parte de la rutina diaria. Sin embargo, esa misma cotidianidad a menudo nos ciega ante la perfecta sincronicidad que ocurre silenciosamente a nuestro alrededor, trabajando incansablemente para proveernos. A veces damos por sentado el privilegio de tener alimentos al alcance. En el mejor de los casos, agradecemos a las manos que los preparan y transforman, pero ¿Cuántas veces nos detenemos a agradecer a la tierra por su trabajo? Miles de especies intervienen a diario para que la magia de la naturaleza suceda. En ella prevalece una armonía de la que, paradójicamente, el ser humano parece carecer, arrasando con su mano devastadora una obra de arte perfecta. Aun así, la tierra se adapta y se regenera, una y otra vez, para cuidarnos, nutrirnos y ofrecernos su amor a través de sus creaciones. Nos deleita con sus campos y la infinita variedad de frutos que engendr a. Sus semillas, brotes, hojas, flores y frutos nos cautivan...